Oshima, u Oshima Izu para no confundirla con otras varias Oshimas que atascan las costas de Japón, es la mayor de las islas administradas como parte de la megalopolis de Tokio. Es también la mayor y más desarrollada. Bueno, sin exagerar, que los combinis aquí no han llegado y las tarjetas de crédito las miran con horror. Tampoco abundan los cajeros, así que mejor hacer provisión de yenes en el puerto antes de salir.Pero no hay que desesperar. Las infraestructuras de las islas son buenas, incluyendo carreteras, puertos, defensas marinas, telecomunicaciones, aeropuerto y hasta un espectacular zoológico repleto de animales de todas partes y vacío de visitantes propios o extraños. Las ventajas de que Tokio pague.A la isla se puede llegar en avión, pero resulta mucho más barato, igual de rápido y bastante menos tedioso hacerlo en Jetfoil. Igualitos a los que en su día hubo en Canarias y se pasaban días en puerto por temor a las olas.Los hoteles, fondas, habitaciones compartidas similares y conexos, son muy escasos y caros. Pero para eso también está el bolsillo de la ciudad olímpica. La oficina de turismo de la isla subvenciona con 3000 yenes por persona y noche a todo el que presente su reserva de alojamiento en las oficinas que tienen en el puerto. Una oficina, por cierto, con más gente trabajando que las que puedes encontrar en sitios donde sí van los turistas. Todos terriblemente ocupados al teclado de sus pantallas, seguramente trabajando con frenesí en la próxima campaña publicitaria de la isla.Oshima es una muy buena opción de fin de semana para perderse en la naturaleza, olvidarse por unas horas de Shibuya, el Shinkansen, las multitudes en aeropuertos o estaciones y los atascos en las entradas de Tokio. La atracción principal de la isla es su volcán, activo, espectacular y las camelias que lo invaden casi todo. Está también el zoológico (que no parece atraer a nadie) y el museo vulcanológico. La costa este de la isla está deshabitada, es impresionante y de difícil acceso.Pescar es una opción pero disfrutar de un día de playa no. Los pocos kaisuiyokujoo (海水浴場 – lugares de baño) en el mapa son terrenos cubiertos de rocas, hormigón y restos de naufragios con preciosas vistas a tuberías de aspecto cloacoso y diques portuarios. Hay una pequeña playa de arena (砂浜 – sunahama) al norte, pero me llevo más (arena) en el zapato simplemente poniendo el pie en el Sardinero. Nuestra opción para remojar el esqueleto es un pequeño rotemburo al norte de la oficina de turismo. Uno de los pocos sitios donde no llega el dinero de los contribuyentes y que, por tanto, debe trabajar para sobrevivir.Para moverse, mejor alquilar coche desde el momento cero. O coche y a ratos bicicleta para no perder la oportunidad de hacer un poco de ejercicio. Hay que huir de los autobuses y tener mucha suerte con los taxis. Tengo la impresión de que el modelo de negocio de la compañía de autobuses se fundamenta a partes iguales en sangrar las arcas de Tokio y rajar a turistas desprevenidos, pero claro, hay muchos más capitalinos que visitantes. Ver para creer, dar una vuelta a la isla en autobús público viene a salir por lo mismo que alquilar un coche privado durante un fin de semana completo. El coche, además, resuelve la tesitura de moverse pasadas las cinco de la tarde cuando desaparecen del mapa buses, taxis y lugareños, y se descubre que las noches eran realmente oscuras antes de la invención del alumbrado.
Dejamos hablar del volcán para la siguiente edición.