Shinkansen

Desde qué recuerdo haber oído hablar de Japón he oído hablar del tren bala. Monté finalmente con ocasión de nuestro reciente viaje a Kioto. Nos subimos en Tokyo Station que, como era de esperar habitándolo visto sólo desde el metro, es la apoteosis absoluta de las estaciones centrales. La fama pueda que aún esté con la Grand Station de Nueva York, pero aquello es un mausoleo viejo y casi raquítico al lado de esto. Y tal vez Pekín tenga una estación mayor, pero allí aún no me he perdido.

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Daruma y el Templo Tenryū-ji

Este templo es la sede central de la rama Tenryū-ji del Budismo Zen Rinzai. Con tantos adjetivos es fácil adivinar que el Budismo, el Budismo Zen y el Budismo Zen Rinzai tienen muchísimas ramas y que ser la sede central de cualquiera de ellas no tiene mucho mérito. Y en este caso así parece.

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Todo muy limpio, todo muy mono, los caminos todos bien barridos y las carpas gordas y numerosas en el lago. Aquí tienen ventaja, porque está rama en particular es vegetariana y no parece que les hinquen el diente. Pero a lo que vamos, que el templo en cuestión no llega a destacar por casi nada más allá de las carpas y por lo diminuto del recorrido.

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Hacia un frío infernal y leyendo el panfletillo que te dan a la entrada a cambio de unos módicos seis euros, casi hubiera agradecido que nuestra visita coincidiera con el noveno gran incendio que asolara el lugar. Aunque aún me pregunto como éste o cualquier otro lugar del Gran Kyoto pueden albergar otra cosa que no sean algas. Los incendios de antaño debieron ser provocados por algún maestro incendiario tras mucha meditación y mucho esfuerzo. Aquí no arde ni la yesca. El templo está (afortunadamente) seguro.
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El recorrido incluye mucho musgo, mucha agua, mucho pino y poco techo. La entrada principal está protegida por un Daruma que parece una caricatura de Doña Rogelia, pero que es la gran obra de arte contemporáneo del lugar. Los Darumas normales son pequeñas pelotillas de ojos saltones que sirven de amuleto. O cabezotas huecas con un peso al cuello que las mantiene derechas por muchos golpes que reciban. En Tenryū-ji los turistas no pueden emular a Daruma. No es posible ver este careto y mantener la compostura Zen por mucho que te pesen los pies tras arrastrarte por todo Kyoto.

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Afortunadamente la paz reina a la salida, con su bosquecillo de bambú, su tren romántico y la casota de un viejo actor irreconocible para un nipón de quita y pon. Lo mejor, la maqueta en la estación. Pero no hice foto. Tampoco a la mansión, que era de peaje.

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Paseo de los Filósofos

Creo que me he saltado varios templos y rutas. No importa. Estamos destrozados. Así qué me voy directamente al paseo de los filósofos. Hacía mucho frío. Y todos los cafetines y tiendas de recuerdos a lo largo del camino estaban cerrados. La gente guardaba el cumpleaños de su Alteza Imperial (fue ayer, pero lo celebraron hoy que fue lunes) y, de paso, se guardaba del frío, frío, frío que hacía. Sólo en los extremos del paseo, cerca del templo Ginkakuji por un lado, y de la depuradora camino del cenotafio de un tal Joseph algo, se veía un poco de ambiente. Aquí al final (anunciado como el principio) animaban el paisaje una partida de gatos asilvestrados que deben estar pasándolas canutas con tan débil afluencia de almas caritativas.

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Las fotos anteriores corresponden al primer templo. Aquí es fácil descifrar los jardines de piedras. ¡Qué meditación ni que historias!. Lo que los monjes buscaban era un lugar sequito y al sol. Y para pillar y perseguir el rastro de los blandengues, los malvados abades rastrillaban el suelo a modo de primitiva cámara de seguridad.

El agua brota debajo de cada guijarro. No hay hierba sólo musgo. Los techos están inflamados de humedad. Y las piedritas al sol… Mejor la perdición que el reuma (diría yo). Pero volviendo al paseo. Ni un alma.

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Bueno estaban los osos pescando. Por no quedar no quedaban ni monjes. Sólo en un templito quejumbroso, justo detrás de un casoplón con lago propio y aires de Palacetillo Imperioso, permanecía abierto un grupito de microtemplos. Digo yo que porque no tenía puerta. El caso es que una pareja de ancianos se afanaba en limpiar el lugar y cortar las ramas secas de hortensias y otros matojos.

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Parece que no les tome fotos a los viejitos. Una pena. Se ve que no tengo alma de reportero. Tampoco se la hice a los gatos. Vero debió dejarse la memoria de su teléfono en ellos. Bueno, llegamos al final del paseo. Aún habría de nevarnos en la sede de no se qué secta budista. Pero eso, mañana.

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Kioto

Un par de días en Kioto y no se sí sobreviviremos a más. Mis piernas no dan para cuatro kilómetros de Toris. Y eso que no vamos leyendo y rezando en cada palo.

La ciudad es un montón de templos espectaculares repartidos en la periferia, el castillo y palacio imperial en el centro y una zona comercial grande en Gion. Y a pesar de la magnificencia de muchos de estos lugares, la impresión general es de ciudad pobretona y destartalada.

Pero volvamos a los templos, que merecen la pena.

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También hay otros templos, pero son un poco de mentira…

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Facebook

Debería tener conexión con Facebook. Ni idea de cómo funciona. Pero el caso es que funciona. En fin, al asunto.
El texto encima de la imagen puede traducirse libremente como que “se van a convertir en insectos de biblioteca”. Que deben ser ratones de biblioteca en japonés. Obsérvese que las niñas tienen alitas y los niños cuernos. Me parece discriminatorio. ね?

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Don Quijote

A la izquierda matarratas y venenos varios. En frente chupetes y biberones góticos. A la derecha, potitos, pañales y artículos para bebe. Bienvenidos a Don Quijote.

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On the left, rat killers and an assortment of insecticides and poisons. Right in front of us, gothic pacifiers and feeding bottles. On the right, baby food and diapers. When the food gets old, all they have to do is rotate it to the toxic side. I hope no one gets confused by the Japanese labeling. Welcome to Don Quijote!